lunes, 22 de junio de 2009

Los Partidos Socialdemócratas Europeos y el PCE

Es evidente la influencia que tuvo la caída del muro de Berlín y con ella el desastre de la Unión Soviética y de los países con regímenes llamados socialistas bajo la influencia de la Unión Soviética. Toda la izquierda europea se vio afectada y golpeada, tanto los Partidos Comunistas como los Socialdemócratas. No entro a analizar la repercusión de ese trascendental acontecimiento histórico en los Partidos Comunistas. Analizo, por tanto, lo que supuso la caída de ese muro de Berlín en los partidos socialdemócratas europeos. Sin la presión a su izquierda de los comunistas, los partidos socialdemócratas se pasaron con armas y bagajes a las ideas socialiberales, se transformaron en partidos socialiberales; asumieron sus postulados liberales: disminución de los impuestos a los ricos y a las rentas del capital; austeridad en los gastos públicos, tanto en los sociales como en infraestructuras; privatización de empresas y servicios públicos; desregularización de mercados; abaratamiento del despido, etc. Digámoslo con palabras contundentes: estos partidos dejaron de ser no solo ya socialistas, sino que se apartaron de los más elementales principios socialdemócratas. Se echaron en manos del Fondo Monetario Internacional (FMI), del Banco Mundial, y, por lo que respecta a Europa, cooperaron con la política neoliberal de la Comisión Europea, del Parlamento Europeo y del Banco Central Europeo. Recordemos la labor de Solbes y Almunia, en lo económico y de Solana en lo militar y político. En Estados Unidos, se dictó la Ley Gan-St. Germain de 1982 que fue la base del desmantelamiento de la regularización bancaria que había impuesto el New Deal de Roosvelt; en Londres, el Big Bang de 1986 que liberaliza el sector financiero. Todos los políticos, tanto socialistas como socialdemócratas, se sintieron atraídos como por un imán a las finanzas innovadoras, como tránsfugas al nuevo Evangelio liberal. Como consecuencia de lo anterior hay que hacer hincapié en que la falta de apoyo electoral a los partidos socialdemócratas europeos no ha surgido como consecuencia de su respuesta a la crisis económica y financiera mundial, sino que viene poniéndose de manifiesto desde mucho tiempo anterior: desde que se apartaron de esos postulados socialdemócratas. ¿Qué han hecho los partidos socialdemócratas europeos cuando se ha provocado el crack de Wall Street que se ha llevado por delante los más importantes bancos del mundo e incluso el mascarón de proa de las multinacionales capitalistas como es la General Motors? Evidentemente no han considerado este estrepitoso fracaso del capitalismo como lo que realmente representa, esto es, la caída del muro de Berlín del capitalismo. La consecuencia inmediata es que no han intentado levantar la cabeza que tenían encorvada desde el fracaso soviético. No han sacado pecho ni han deducido las consecuencias lógicas que debían haber sacado: Demostrado el fracaso del capitalismo trepidante, debían haber reflexionado sobre su precipitada evolución ideológica, y haber vuelto a sus ideas verdaderamente socialdemócratas. Debieron pensar que hay que buscar una nueva forma de organización económica, política y social que sustituya el capitalismo fracasado. Por el contrario se han prestado a apuntalar ese capitalismo en ruinas, sumándose a los propios capitalistas que se han visto forzados a tomar medidas que, unos pueden llamar socialdemócratas y otros, simplemente socialistas, pero eso sí, sin admitir, ni por asomo, que se derivase al socialismo. Por ello, esas medidas son meramente coyunturales, de aplicación temporal, para permitir que el capitalismo tome aire, y, en cuanto se pueda, vuelva a empezar con sus desmesuras. Son las mismas medidas que tomó el presidente Roosvelt para apuntalar la crisis del capitalismo de los años 20: inversiones públicas y subidas de impuestos. Incluso en la Europa dominada por las derechas, ni siquiera se ha llegado a aplicar esta medida, sino que, por el contrario, se preconiza la bajada de impuestos. El caso más sangrante es el de el Partido Socialista Obrero Español, que entre una de sus medidas ha sido la disparatada decisión de suprimir el impuesto del Patrimonio y que tímidamente se decide a aumentar los impuestos……. sobre el tabaco, y la no menos disparatada decisión de acompañar a esta subida del tabaco con la subida de las gasolinas y gasóleos, que es una medida regresiva, pues afecta a ricos como a trabajadores, y, quizá con más gravedad a éstos pues repercute en la subida de precios como consecuencia del aumento de coste del transporte. En este contexto socioeconómico y político europeo, ¿qué se esperaba que hiciesen los pocos votantes que han ido a las urnas en las últimas elecciones al Parlamento europeo? Por lo que respecta al gobierno socialista español, su evidente política económica de carácter liberal mantenida por su temor reverencial a no ofender a los dirigentes del PP, como la citada medida de suprimir el impuesto del patrimonio, ha determinado la desmoralización y desmovilización de sus bases, que se sienten traicionados ideológicamente al contrario de lo que ocurre con las bases del PP que son cerradas herméticamente a sus ideas nacional-católicas, o, dicho con claridad: las que sostuvieron el régimen de Franco: fascistas, bases de la derecha que cuantas concesiones las haga el partido del gobierno, y cualesquiera que sean los desgarrones de la corrupción de sus dirigentes, les votarán. Unas palabras sobre nuestro Partido, el Partido Comunista de España. No puede tener intereses u objetivos diferentes de los del pueblo entero. Sería muy grave, sería inadmisible, que en las filas de nuestro Partido pudiera producirse, no digo una vacilación, sino una simple falta de claridad sobre esta cuestión, precisamente en el momento actual en el que es necesario el máximo de unidad del pueblo para hacer frente a los ataques furibundos de la derecha nefanda, infame y vil, además de retrógrada, fanática y fundamentalista, que ansía tomar el poder para derribar cuanto se ha conseguido -y no es mucho- de medidas progresistas y sociales, y, cuando además, y esto es muy importante, las gravísimas consecuencias provocadas por la enorme crisis financiera del capitalismo, puede suponer que se repitan las circunstancias favorables a un resurgir del fascismo, como ocurrió con las que provocó la anterior crisis de ese capitalismo del siglo XX, que condujeron, incluso, a la segunda guerra mundial con sus 60 millones de muertos. Teniendo en cuenta que en el momento actual, cuando pesa sobre los trabajadores los gravísimos problemas creados por la actual crisis financiera del capitalismo, esto es, de manera fundamental el paro obrero existente ya y los riesgos de que muchos más trabajadores pierdan sus puestos de trabajo y se vayan agotando las pobres medidas sociales que tratan de paliar la tragedia que ese paro supone para las familias obreras, el punto de mira de la actuación del Partido Comunista debe ser encaminado de manera fundamental en defensa de esos intereses del pueblo que, en este momento, repetimos, es el paro. Igualmente debe tenerse atención primordial a resolver el grave problema de la dificultad de obtención de créditos por las familias, los trabajadores autónomos y pequeñas empresas, que hace que no solo sean afectados los millones de obreros en paro, sino una masa muy superior del pueblo la que sufra los efectos de esa crisis junto a ellos. Lo prioritario para el Partido es oponerse con toda la fuerza a su alcance a las medidas privatizadoras como las que preconiza y realiza la presidenta Esperanza Aguirre o el presidente Camps a los que ni siquiera amedrantan las graves implicaciones en escándalos de corrupción. El Partido no puede consentir, y debe poner todo su empeño en impedirlo, la desvergüenza de que con la disculpa de tratar de evitar su crisis, se repartan cantidades ingentes de dinero a los Bancos o se avalen las deudas que éstos contraigan en el mercado financiero internacional. Debe exigirse que si el Estado se ver forzado a intervenir en alguna entidad bancaria, sea para hacerse con ella y nacionalizarla de verdad, aprovechando esas circunstancias tan idóneas para rehacer lo que en su día fue una gran banca del Estado Español y que absurdamente y siguiendo los principios neoliberales de la derecha, fueron malvendidos a otras entidades bancarias privadas que hicieron con ello el gran negocio de su vida, a costa, como siempre, de los intereses del pueblo. El Partido debe tener en cuenta los intereses y preocupaciones de la población española en su conjunto, sobre todo de los españoles que no quieren el triunfo de esa derecha montaraz, sin escrúpulos y corrupta. Nada debe entretenerle con campañas o ilusiones que, hoy por hoy no son prioritarias para el pueblo. La manera como plantee el Partido estas cuestiones, todos los Órganos del Partido, sacarán las consecuencias en lo que se refiere a su política de unidad, a las relaciones con los otros Partidos de izquierdas, incluso los Socialistas, y demás fuerzas populares progresistas. No hacerlo así sería, no solo aislarnos de la mayoría del pueblo, sino también de todas esas fuerzas progresistas. Hoy más que nunca, nada contra la unidad, todo para lograr la unidad del pueblo, la más amplia y firme que sea posible para impedir que vuelva a tomar el poder la derecha. Quiero aclarar que me he hecho estas reflexiones, volviendo a leer la carta que el inolvidable José Díaz dirigió a la dirección de Mundo Obrero y publicada en “Frente Rojo” el 30 de marzo de 1938, que tiene como título en unos de los capítulos de su libro “Tres años de lucha”: “Con toda la claridad posible”. Claro está que he tenido en cuenta que esa magnífica carta se escribe en los trágicos momentos en los que ya se vislumbraba la derrota de la República por las tropas fascistas. En resumidas cuentas, lo que planteaba Pepe Díaz era que el Partido tenía que tener en cuenta qué era lo que se estaba ventilando en la guerra, esto es, el interés del pueblo, que no era sino el de dilucidar entre República y fascismo, para lo cual lo prioritario era ganar la guerra y no plantear la cuestión de la instauración de un régimen comunista, que en esos momentos dividiría a los luchadores en la guerra. Estas reflexiones considero que fueron también las que tuvo presentes el Partido en los momentos de la Transición en el que lo que estaba en juego era dictadura o democracia. Hoy lo que está en juego, es cómo respaldar los intereses del pueblo ante la crisis y cómo debe defender el Partido, que en esta coyuntura de debacle del capitalismo, es que se saquen las consecuencias debidas, que no son otras sino las que es necesario sustituir este capitalismo por lo que se viene llamando el socialismo del siglo XXI, que encabeza la “revolución bolivariana”, al de movimiento indigenista de Evo Morales y la del presidente del Ecuador. Cuanto intentaba terminar este artículo, leo este lunes en el País, un magnífico artículo, -como todos los suyos- de Almudena Grandes. Me ha pisado el mío, pero escribiéndolo mejor. Lo suscribo y la digo: No, no eres la única. Recomiendo su lectura.

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