Algunos ya pueden dormir tranquilo, al rojo no se le va a dar premio alguno, han decidido dárselo a aquellos que creyeron acabar con el comunismo en los países del este, va más acorde con la personalidad de aquellos que dan éste premio, yo personalmente, me he quedado con las ganas, de ver como se podía repetir la historia, como con Rafael Alberti, rechazando un premio, que es dado por las manos de semejantes personajes, (Aunque en los últimos años de vida de Alberti, quisieron hacer ver a la opinión que la corona, era amiga del poeta, que repasen la historia, en vez de envenenarnos con el NODO), no quiero hacer leña del árbol caído, ni demagogia política solo quiero transcribir un articulo de Rebelíon.org dónde habla de a quienes se le ha dado el premio príncipe de Asturias de la concordia 2009;
1989-2009: la izquierda ante el 20º aniversario de la caída del Muro
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Traducción de Àngel Ferrero |
Hace ya casi 20 años (en noviembre de 1989) un movimiento de masas hizo caer la aparentemente intocable dictadura de partido único en la RDA. Para millones de personas significó la liberación de cuatro décadas de tutela y represión del así llamado “estado obrero y campesino”. Para mucha gente de la izquierda, pero también para una buena parte aquel movimiento ciudadano, se hizo naufragar, junto con la RDA, un modelo social alternativo al capitalismo occidental.
Hasta hoy, se ha debatido ampliamente en la izquierda los controvertidos sucesos de 1989 y el fin del “socialismo realmente existente”. Muchos políticos y los medios de comunicación mainstream, en cambio, han aprovechado el vigésimo aniversario de la caída del Muro para desacreditar cualquier alternativa al sistema. En el mejor de los casos servirá para rechazar, como un sueño utópico, la idea de una sociedad basada ante todo en las necesidades de la ciudadanía y no en la de los bancos y empresas. El muro, las alambradas de espino y la bancarrota de la RDA son a menudo utilizadas como argumento contra otro mundo no-capitalista.
La izquierda debe conseguir hacerse oír en el debate sobre 1989. Marx21 quiere contribuir a este objetivo y por eso comenzamos esta tarea con una serie sobre el vigésimo aniversario de la caída del Muro. En esta primera parte hemos preguntado a activistas de la época y a otros contemporáneos qué significado tuvieron para ellos los sucesos de 1989.
El capitalismo no es el fin de la historia: la historia sigue con nosotros
El socialismo de estado como alternativa social al capitalismo ha fracasado, y con razón. Siguió el modelo de progreso del capitalismo de producción y consumo, lo que le llevó a una desesperada carrera estatalizadora que le hizo ser inferior a aquel e ineficiente. El socialismo de estado fracasó para todos nosotros por sus deficiencias democráticas. El papel rector de la dirección de los Partidos Comunistas no debía estar legitimado ni sujeto a ningún control democrático. El capitalismo no es el fin de la historia, que sigue con nosotros. La historia está determinada por un sistema que no es capaz de solucionar los desafíos sociales y ecológicos, sino que, por el contrario, los intensifica. Se hace necesaria una superación de este capitalismo en el verdadero sentido de la palabra. Pero deberá ser con un socialismo democrático, en el que la libertad de cada uno sea la libertad de todos, eficiente y que asuma los desafíos de nuestro tiempo.
Gregor Gysi fue de 1989 a 1993 presidente del Partido del Socialismo Democrático (PDS). Actualmente es el presidente del grupo parlamentario de La Izquierda en el parlamento federal.
Rechazo juvenil
[Recuerdo] una ola de excitación mediática, una anciana llorando en televisión en noviembre de 1989. El intento de los dirigentes cristianodemócratas en las semanas siguientes por hacernos cantar en las escuelas el himno nacional fracasó estrepitosamente. Se produjo un rechazo juvenil. Con catorce años y desde Renania, la RDA era para mí algo distante, exótico. Conocía mejor Francia y Holanda. La onda expansiva de los acontecimientos no la empezaría a conocer hasta mucho tiempo después. A finales de los 90 toda la izquierda estaba anticuada (menos los antifa). Con el desplome del socialismo de estado realmente petrificado se vinieron abajo también sus variados apliques: en Asten se atrincheraron pequeños grupos de izquierda, los carteles en los bares recordaban la empolvada solidaridad con los grupos de liberación. No había futuro para la política de izquierdas. De ahí que el politólogo Francis Fukuyama pudiese proclamar “el fin de la historia”. ¡Y qué más! Era el insulto definitivo. Con el movimiento antiglobalización y el Foro Social comenzó su reconstrucción. Sobre fundamentos débiles, pero democráticos, aunque todavía con un esquema incompleto. Con la crisis económica mundial reaparece la posibilidad de un cambio de sistema. Tenemos que desarrollar una nueva arquitectura para él a contrarreloj.
Alexis J. Passadakis es un politólogo especializado en economía política internacional. Es miembro del grupo coordinador de ATTAC.
Un sentimiento de desgarro
Nunca olvidaré a los policías que se presentaron en el otoño de 1989 en nuestras oficinas provisionales de la plataforma de oposición democrática y nos dijeron: “Si nos siguen ordenando que vayamos contra nuestro propio pueblo, diremos que no y dirigiremos contra ellos nuestras armas.” Éste era el sentimiento de entonces, una sensación de desgarro, de lo nuevo. Debatimos enérgicamente en los puestos de trabajo: cada vez más trabajadores, amas de casa y jóvenes encontraban su camino hacia las manifestaciones de cada lunes y los encuentros posteriores, todo el mundo podía expresar su opinión. Debatíamos en iglesias atestadas de gente cómo deberíamos seguir, si deberíamos apoyar la convocatoria de una huelga general. En las manifestaciones nos pasábamos las hojas volantes literalmente de mano en mano. Uno de los resultados más importantes de aquella época de cambio: la lucha por el derecho a la libertad de expresión, el derecho a organizarnos y el derecho a la huelga. Con la caída del muro, hace ya veinte años, tuvimos que pagar nuestras esperanzas con recortes económicos y pérdida de empleo. Si ahora volveremos a pagar la crisis del capitalismo, si esta vez lograremos tener éxito en la construcción de un amplio movimiento desde abajo que desafíe a este sistema –especialmente en el año superelectoral (Superwahljahr)*– y no caer en la trampa de la retórica hueca, es algo que no debe de quedarse en una mera promesa.
Gabriele Engelhardt es anglicista. En 1989 era secretaria general de la Izquierda Reunificada (Vereinigten Linken) de Karl-Marx-Stadt (actual Chemnitz) y participó en la mesa redonda de negociaciones. Hoy es activista por la paz y miembro de La Izquierda.
* Este año se celebran en Alemania las elecciones al Parlamento europeo, las elecciones federales de Alemania y las de los Land de Hessen, Sajonia, Turingia, Brandenburgo y el Sarre. [N. del T.]
Bolsas de plástico y pasamontañas*
“¿Por qué va usted encapuchado?”, me preguntó una mujer pequeña con dos bolsas de plástico en cada mano que estaba enfrente de mí. “Nah, ¡por los cerdos [policías] y los nazis!”, le respondí espontáneamente, veinte años más joven, bajo mi pasamontañas, esperando que comenzase la manifestación de 20.000 personas. Era el 25 de noviembre de 1989. Me explicó que ella era de Alemania oriental y que estaba en Gotinga de compras. Empezamos a conversar: yo le hablé del asesinato político de una amiga antifascista, Conny Wessmann, una semana antes, que era el motivo de aquella manifestación. El 9 de noviembre de 1989 Conny se había manifestado en memoria de la revolución de 1918 y el pogromo de 1938. Esa misma tarde caía el muro de Berlín. Nuestra conversación sobre los neonazis y los métodos de la policía siguió abiertamente, a pesar de la extraña situación, ella con las bolsas de plástico y yo con mi pasamontañas. “Esto es peor de lo que ocurre entre nosotros”, me respondió la mujer, que me agradeció la conversación y retomó su camino, asintiendo con la cabeza. Ahora me preparo para la tensa época que está por llegar.
Victor Neuss fue organizador de 1988 al 2001 de los antifascistas autónomos (Autonomen) de Gotinga. Desde el 2002 es activista de la Izquierda Antifascista de Berlín (ALB) [http://www.antifa.de/]. ALB forma parte de Interventionistische Linke (IL) [http://www.dazwischengehen.org/].
* Hasskappe en el original - Literalmente: “gorra del odio”. Nombre con el que la prensa bautizó los pasamontañas que llevaban los autónomos y activistas ecologistas y antinucleares alemanes en las manifestaciones de los 80 para evitar ser identificados por la policía. [N. del T.]
Una revolución incompleta
¿Qué representa para mí la herencia de 1989? El fin del estalinismo dejó el camino expedito para una refundación del socialismo desde abajo. En este socialismo no hay ya lugar para el “socialismo de tanques” del bloque oriental ni para la política representativa, que intentaron aplicar un desarrollo desde arriba a las masas a través de la dirección del partido o de una fracción parlamentaria. “La emancipación de la clase obrera sólo puede ser obra de los obreros mismos”: la frase sigue siendo tan válida hoy como entonces. La nueva izquierda debe medirse en ella -para eso se escribió- para promover este proceso. Las revoluciones son posibles en Alemania. Lo demuestra el año de 1989. El movimiento fue una revuelta de masas de trabajadores y simples asalariados contra una dictadura de partido que pretendía gobernarles en su nombre. Con las manifestaciones de masas y la extensión de las huelgas se luchó por la libertad política. Sin embargo, las cuestiones sociales siguen sin solucionarse. La revolución todavía no se ha completado.
Nicole Gohlke es licenciada en comunicación audiovisual y vive en Munich. Desde la fundación de La Izquierda en junio de 2007, es miembro del ejecutivo del partido en Baviera.
Las condiciones pueden modificarse
El verano de 1989 fue deprimente. El letargo era el sentir dominante en todo el país. El gobierno trataba de limitar a través de la censura y el aislamiento la influencia de Solidarnosc y la Perestroika. Hasta que la primera protesta en la calle en octubre modificó la situación. Yo misma terminé en prisión al fotografiar a un grupo de policías en Alexanderplatz. Esta sola noche de violencia y despotismo contra una única persona por una parte, y la solidaridad del resto de prisioneros por la otra, me llevaron a participar activamente en el movimiento ciudadano. Los sucesos de aquellos días han sido en gran medida politizados. Participé en acalorados debates en la asociación de pintores. El Deutsche Theater dejó su escenario para que se pudiesen oír las denuncias por los excesos de violencia en octubre y la planificación de futuras protestas. La manifestación del 4 de noviembre sorprendió por su dimensión y por su potencial creativo. Fue como si se hubiesen abierto las compuertas de una esclusa. Los ciudadanos se sinceraron y crearon foros de discusión en las calles y plazas, fundaron iniciativas: una experiencia maravillosa, que demuestra que las condiciones pueden modificarse. Estábamos orgullosos de habernos librado de la violencia, y también por la mesa redonda de negociaciones. ¿Pero por qué hubo sin embargo apenas obreros al frente del movimiento ciudadano? Mientras nosotros discutíamos, ellos forjaban el tratado de Reunificación. Cuando uno lee todavía hoy el texto de [Lothar] de Maizière y [Helmut] Kohl se da cuenta de cuánto nos mintieron.
Barbara Fuchs es profesora de estudios culturales. En 1989 trabajaba en una exposición colectiva internacional de pintores de la RDA. Hoy es miembro de ATTAC (centrándose en cuestiones de globalización y militares), en el movimiento pacifista y en La Izquierda.
No hay socialismo sin libertad, ni libertad sin socialismo
Resulta evidente que el intento, la idea de aplicar el socialismo en el estado oriental, fracasó, porque el socialismo nunca podrá funcionar sin libertad. Ésta es la lección histórica y por eso nos referimos positivamente al cambio social democrático del 89. La realidad de la República Federal reunificada muestra que persisten dos líneas de desarrollo para la Alemania occidental y la oriental. La dificultad en esta discusión estriba en asumir con la reunificación también la realización de su programa social, y a partir de aquí luchar por el ideal socialista que encierra: por la igualdad de los hombres y mujeres en el trabajo -cuando seamos conscientes de que las mujeres aún no han conseguido emanciparse satisfactoriamente-, para que la producción y la productividad vayan más allá de la lógica de beneficio y la orientación mercantil, para una educación universal e integradora. Éstas y otras medidas son las alternativas al sistema que nosotros ofrecemos hoy en la discusión política, sobre la base de las lecciones que hemos aprendido en nuestra búsqueda de “la dictadura del proletariado”.
Julia Bonk es diputada en el parlamento sajón por La Izquierda y colabora con el grupo de trabajo “Historia del 89”.
Demasiado tarde para reformas profundas
Klaus Steinitz es economista. En 1989 era director adjunto del Instituto Central de Ciencias Económicas de la Academia de las Ciencias de la RDA. Hoy es el presidente de la “Fundación Rosa Luxemburgo Berlín – Hellen Panke”, miembro del grupo de trabajo para una política económica alternativa y autor de “El desplome del socialismo real” (VSA, 2007)
Fuente original, con el resto de testimonios: www.marx21.de
Àngel Ferrero es miembro de Rebelión, Sin Permiso y Tlaxcala, la red de traductores por la diversidad lingüística. Esta traducción se puede reproducir libremente a condición de respetar su integridad y mencionar al autor, al traductor y la fuente.
1 comentario:
Tengo confianza de que el nuevo socialismo europeo nazca, precisamente, en Alemania.
Un saludo
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