Al final va a resultar que el PP llevaba razón, y que la culpa de que no salgamos del pozo de la crisis y resbalemos sin cesar por sus húmedas paredes la tiene el Gobierno, que gasta como un poseso, y las Comunidades Autónomas, que gastan como 17 posesas. En septiembre, como si fuera un reto imposible, Zapatero invitó a Rajoy a sentarse con él en torno a una mesa camilla decidir juntos, tijera en mano, qué partidas de gasto público habría que recortar para conseguir unos presupuestos más austeros que los suyos. Ahora, sin mediar brasero alguno, el presidente nos sorprende con el anuncio de que en tres años reducirá en 50.000 millones de euros el gasto de todas las Administraciones sin tocar las partidas sociales y las inversiones. El viernes (en el Consejo), milagro.
A estas alturas es difícil la sorpresa, aunque este triple salto mortal con tirabuzón en la política económica invita al desconcierto. Seguro que desde el Gobierno se explica que todo obedece a un plan minucioso, previsto ya en la pizarra de Suresnes, y perfilado por Miguel Sebastián en el rato que ha tenido libre entre el fin del reparto de las bombillas de bajo consumo y la subasta por el almacén de residuos nucleares, pero lo probable es que sea fruto de la presión de las agencias de calificación de deuda y de los organismos financieros internacionales, que en los últimos tiempos presentan a España como una bomba de relojería a punto de dar las doce.
Lo de pasarse al PP tiene sus riesgos, salvo que lo que se pretenda sea mostrar que no colabora ni cuando se le da la razón. Y es que el concurso de los populares es imprescindible, ya que sólo cortándoles la American Express a las autonomías, que acumulan casi un tercio del gasto total del Estado, es posible intentar cuadrar el círculo. Los bienpensantes estamos casi obligados a pensar que la misión es imposible porque, lo contrario, asumir que existen 50.000 millones de gasto superfluo, es reconocer que nos han estado tomando el pelo mientras jugaban al bacarrá con nuestro dinero.
Ya tenemos un mensaje común: menos gasto público y reforma del mercado de trabajo y de las pensiones. Las coincidencias entre socialistas y populares comienzan a ser preocupantes. ¿Sólo hay un camino para salir de la crisis, gobierne quien gobierne? Ojo porque lo siguiente puede ser nombrar a Manuel Pizarro ministro de Economía.